T E R C A M E N TE
L L U E V E
Carolina Menapace
2012
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Tercamente llueve.
¿En qué cuaderno podría describir
esta melancolía que me invade?
Tentando a los fantasmas de la
memoria
se inicia el rito del pensamiento
vuelto escritura.
Se
agolpan las imágenes
y el oído se vuelve más fino,
para los sonidos de afuera y los de
adentro.
Algunos son melodiosos, otros
perturbadores.
Conviven separados sólo por una
frágil cabeza,
la mía.
Los de adentro tienen forma de
palabras
pero no siempre.
Y en alguna región desértica
resuenan ecos siderales.
Todo se tiñe de amarillo, de
violeta.
Tengo los ojos cerrados y me siento
como
un viejo penitente, en camino a
Santiago
de Compostela,
en otra edad, en otro momento del
tiempo
superpuesto.
Las raíces gallegas floreciendo
Las raíces gallegas floreciendo
y las agudas voces sonando en esa
atemporal zona del cerebro.
Y entre esas voces,
Y entre esas voces,
la de mi madre
cantando por encima de las gaitas.
Pequeñas memorias. Caminos de polvo
recorridos con otros pies y otros ojos,
sin embargo los míos.
Fugacidad de las estrellas.
Todos escribimos el mismo poema.
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Viajo
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Viajo
por los incontables caminos de la vida
el afuera,
como un saco ajeno
-me queda grande-
Busco
lo que se oculta al ojo
el recuerdo del después
-antes de que se haya producido-
El otro puerto-
Soy,
una gota de ese
mar infatigable
que me arrastra
hacia la costa.
Jinete marinero,
encrespado en el oleaje
seduciendo
caracolas.
De baldes
amarillos,
-en manos de los niños-
baño los castillos
-de princesas antiguas-
Desvanecida en
nube
caigo sobre el
río.
Las dulces fuentes
incluso me conocen
-pequeñas transparencias
las gotas en las hojas-
En barcos de papel
navega mi sistema,
me arrastra mar
adentro
-buscando el otro puerto-
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Cuando
mi mirada abarca
el horizonte extendido
-azul de agua y
cielo-
Y extrañas huellas
-iguales a las
mías-
cuentan sus historias
de arena, oscurecidas.
Camino
oyendo el trueno
rugir sobre la playa.
Acaso en esa hora
-en que la espuma
escribe
poemas en la
arena-
de pie,
frente a las olas
tropiezo con Tu rastro,
respiro Tu presencia.
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El chaparrón ahogaba las hojas de los árboles.
Su gran amante el viento
intentaba arrancar las ramas de sus troncos.
Doble era la danza
en esa noche desatada.
Una tormenta de
amor sin límites
invadía la tierra,
transformándola
en un oscuro mar.
¡Vida! ¡Vida! -gritaba loco el labrador-
viendo girar apasionados
al vendaval -con el pelo mojado-
al agua -disipándose en el aire-
Del movimiento
-forma frenética-
a la quietud
absoluta sólo un instante.
Magia del abrazo
culminado.
Medardo
extático, se quitó
la ropa mojada
-cuando llegó a su casa-
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La canilla gotea.
La inteligencia se escurre por el
desagüe.
Ganas de gritar.
Gritar y gritar hasta quedar sin
voz.
Perros rabiosos invaden el patio
evaporando
la calma.
Una nube negra desciende velozmente
cubre de cenizas la mañana.
El león prisionero en la jaula
trata
de forzar el hierro.
Lo agarra con poder pero no puede.
¿Dónde se esconde la compasión?
¿Quién tiene la llave del candado?
Sujetos anónimos despiertan cada día
realizan los mismos actos,
muestran los mismos gestos,
pronuncian idénticas palabras.
Lo cotidiano despliega sus brazos
sigilosamente
para tomar por sorpresa a la mujer
-que mira una naranja sin verla-
Arrastrándose sobre el piso,
nos come los zapatos
y desde los pies trepa en silencio
por el sistema.
Dejándonos secos,
alejados, sin luz.
¿Existe la opción?
...tiembla la voz
ante tal pensamiento.
De lo profundo, la
respiración busca una salida.
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La nieve. Bajo el
cuello del abrigo
dentro de los zapatos,
helada, decidida a
colársele hasta el alma.
Nieve.
Metáfora de manos
frías
-impregnando la memoria-
Magia invernal.
Blanca ojiva
donde tu mirada
silencia
aquel instante
-antes de despedirnos-
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Los trenes pasan velozmente
Animales y personas se aquietan al verlos
con tan violentas fauces
Extranjeros comentan el suceso,
y ríen.
Los niños aplauden el paso de las máquinas
de industriales destinos
Generosos
los durmientes soportan el paso del tiempo
y del acero
Pertenecen al paisaje
Un mismo destino trenes y paisajes
Círculo permanente al correr de los años
con pasto abajo
y un cielo lateral a través del vidrio.
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Quizá el mismo sueño repetido
olvidado al
despertar.
Los mismos gestos
que hostigan la
memoria
La igual premura
aguardando tu
llegada.
Quizá el mismo
viento reiterado
-entre las hojas-
El mismo amor
golpeando ante Tu
puerta.
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El letargo me invade
la imagen se
vuelve extraña por momentos
su voz alejada
y el ruido de los
autos aturde la mañana.
¡Esa sensación de
irme,
de no poder
ordenar el pensamiento!
Intentando
recordar dónde estoy
la levedad invade
mi cuerpo
los ojos, la boca
la pelvis.
El perro lame mi
mano
con amor fiel
Déjate ir
(una voz murmura
en mi cabeza)
obedecer da miedo
el oído no escucha
la palabra se
apaga
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Sobre la cabeza del hijo,
la mano
calmando iras y
temores,
bosquejo
inalterable
-en la callada hora-
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Mis ojos acarician al amado
Flor abierta donde
sea
vuelo de águila
dibujando el viento
-y el pan sobre la mesa-
-y el pan sobre la mesa-
Con el vino
granate
de esta copa llena
apagaré mis
ansias, mis anhelos,
en un resumen
íntimo y secreto.
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Me estremece el verte reflejada
en la sonrisa de
esa niña
-antiguo gesto repetido-
en el pelo rubio.
Te conmemora en el
apretado
rictus de la boca
en la frescura de
lo no sabido
Te hereda
en la gracia de la
sangre
en la intimidad de
la mirada
en la obstinación
de la palabra.
Miro tu existencia
en la ausencia.
Llueve esta
mañana.
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En cada piedra hay una herida,
un barco, una cadena. (Waldo Leyva)
En cada herida quizá exista un barco,
alguna piedra
difícil de mover
una cadena.
Movimiento y
quietud del mar
-viaje prolongado
de las olas-
Tristeza que se
alarga
en cada barco, en
cada herida.
Una gaviota, una
esperanza, un olvido.
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Acaso su voz resbale como el rocío por un tallo
y recorra mi
cuerpo en erótica vibración
de placer.
Acaso mi mano
acaricie su mano
sobre la sábana
bordada con los
blancos sueños de mi madre.
Acaso el momento
detenga su ritmo
y en el inmenso
misterio
su voz resuene como
una llama.
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Ojos que se abren como las mañana.
Y que cerrándose dejan caer la tarde.
Macedonio Fernández
La mañana,
abierta a lo porvenir
al rayo que deslumbra,
y sorprende
nos hace transitar el tiempo
-como si fuéramos perpetuos-
La tarde
dormida en la siesta
nos vuelve más
humildes
-casi humanos-
La noche
confunde, alienta al sueño
aflige la certeza.
Y el ojo
-ingenio del arte-
equivoca la
comprensión
de la existencia.
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Yo entiendo lo que dicen las gotas
cantarinas.
Juana de Ibarbourou
Suenan sobre mi cabeza, bailan aletean
afirman la
historia de las nubes,
en el tejado. Esta
mañana.
Oxidaron los
cascos de viejos caballeros
y anegaron los
campos de batalla
limpiando la
sangre por ellos esparcida.
Crecieron las
espigas.
Se encharcaron los
ríos,
en lo sombrío de
la selva,
las orquídeas se
abrieron.
Las gotas
cuchichean, a veces gritan,
(efímeros testigos
de nuestras penas).
Y el alma
extendida por el gris plomo
de la tormenta
se dirige quizás
hacia los confines del sí mismo.
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¿es una imagen o una semejanza
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¿es una imagen o una semejanza
el rostro que
ondula sobre las aguas?
me pertenece
-aunque podría ser ajeno-
ficción de los
sentidos
obstinados en reconocerse
-en ese río-
arrojo una piedra
todo se desvanece,
-la imagen y la semejanza-
acaso fugados
hacia un destino
en las ondas
desde el lugar
donde acaba el día
saludo a todos los
viajeros
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Siluetas creciendo en el olvido
así son
esos seres que
habitan el misterio.
Llegan sin anuncio
luego
vuelven desnudos a
la niebla
donde quedarán
agazapados.
Llama oscura
habitada por el
amor
y ungida en la
memoria.
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Había melancolía en la quietud del ocaso
En el café los
hombres fumaban distraídos
sumidos, acaso, en
largos pensamientos
o en sueños
breves.
Una neblina de
cigarros ha escondido la mirada
y las voces
oscuras, amontonadas
producen acordes
continuos.
Sentada ante la
mesa
-en compañía de un vino profano
espero tu
presencia
Afuera, una
perspectiva de grillos
continuará su
concierto
hasta caer la
noche.
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Breve languidez viste
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Breve languidez viste
la siesta encaramada
en el dosel
-enredada en
barrera de tul-
desciende por el mosquitero
-incierta-
huye hacia los
rincones
penetra los ojos
permanece inmóvil
-en la confusión
del sueño-
el yo inerte se
abandona levemente
-en el olvido-
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El color llora desde las rendijas
rojo fuego o
sangre apagada
avanza
transformado en línea
en lago, en
tiempo.
Describe
-en las paredes-
extrañas figuras
seres neolíticos
mapas olvidados
frondas
impenetrables.
El gato
-en un rincón-
sueña
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El poema
debe tener el
tamaño de una carta
-llevada
en el bolsillo-
escribirse en
cualquier
mostrador.
Ser íntimo como
una confesión
personal como la propia
nariz,
audaz, y en lo
posible
breve.
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Qué es lo que amas cuando amas,
-preguntaron de improviso-
-yo amo la sigilosa sombra que me
sigue
devota
a todas partes, los escandalosos atardeceres
-esos que son muy rojos-
mi padre y mi madre en su ausencia,
la araña tejiendo su tela
entre las hojas del jardín,
a mi esposo, los amigos, el amante,
los compañeros, aquellos novios de
juventud,
los hijos, los nietos que serán
algún día,
amo las
caras debidamente lúgubres
en el entierro,
el
tiempo vivido, el tiempo por vivir,
las
cartas con estampillas exóticas,
las mariposas, el color del otoño,
la rosa que florece y muere, Borges,
mi Maestro y su sabiduría, el
ladrido mi perro,
la luz cuando amanece,
amo el estar enamorada,
aquello donde anida la
misericordia.
amo el arte, y la sutil candela de
los astros,
y como el amor es una bolsa que se
expande
con el uso,
las ciudades y su gente,
el olor de las tortas recién
horneadas,
los bellos poemas, el azul, la
fruta madura
en
el verano,
amo las gaviotas junto al mar,
el viento salado y la brisa dulce,
los cipreses en la lejanía,
las nubes que dibujan el cielo.
Amo. Amo. Amo.
A Dios que es todas las cosas.
Estos poemas han sido publicados en el libro NO ESTA TODO DICHO Ed. Literarte, 2012
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