La inhabilidad de tolerar el espacio vacío limita la cantidad de espacio disponible. W.R. Bion, “cogitations”
Presentación
La que habita La Casa. La que conoce el gong de la séptima puerta. La que ha prometido no traficar con las leyes de la sabiduría. La que se ha incorporado al espíritu de las cosas. La que vislumbra el desenlace del ser en el paisaje. La que purifica con el fuego que desciende de la más secreta arquitectura. La que tiene dominio sobre los elementos, las formas, la luz. La que nos participa de un trabajo interior.
Cuánta soledad, cuánto misterio irrumpen en la ofrenda.
Vicente Zito Lema
(texto escrito por el poeta Vicente Zito Lema para el catálogo de mi primera muestra)
27 ene 2010
25 ene 2010
hoy
Si pudiera esta mañana cambiar los pasos
De la muerte que se acerca lentamente
Subiría a ese árbol flamante de verano
Andaría en bicicleta de lustroso negro
Bailaría en el viento huracanado
Gozaría.
© Carolina Menapace
De la muerte que se acerca lentamente
Subiría a ese árbol flamante de verano
Andaría en bicicleta de lustroso negro
Bailaría en el viento huracanado
Gozaría.
© Carolina Menapace
18 ene 2010
El día del tenis femenino
Buenos Aires, 19 de marzo de 2009. El sábado 14 de marzo de 2009, en el mítico estadio central del Buenos Aires Lawn Tennis Club, institución que cedió desinteresadamente sus instalaciones, Gabriela Sabatini le ganó un set de exhibición a Martina Navratilova por 6-4 en el marco de EL DIA del tenis femenino argentino, jornada de concientización de la enfermedad Miastenia Gravis (Fundación FAIAM).
El día del tenis femenino
0.70m x 0.80m
técnica mixta
pintura sobre tela, especialmente realizada para la Sra Martina Navratilova, en ocasión de la Jornada del día del tenis femenino.
Ce Ortiz said:
“From the omniscient point of view and with a look that changes horizontal into vertical, the painting speaks of a continuous movement in the tennis court and the player’s rhythm.
The ball, the net, the white line, the skill, and the challenge, all of them, take place on the green field of grass”.
El dia del tenis femenino
0.70m x 0.80m
técnica mixta
pintura sobre tela, especialmente realizada para premiar a Gabriela Sabatini, en ocasión de la Jornada del tenis femenino.
Dijo Ce Ortiz
Sobre un campo seco, árido, de polvo de ladrillo, la pintura evocaría –con una mirada abarcadora y total- el ritmo de los saques del juego, el vaivén de la pelota, sus límites, reflejando un triple desafío:
Con el oponente, -el otro jugador, el público, los aplausos, los silbidos...
Con el entorno, -el sol, las ráfagas de viento, el polvo...
Del propio jugador, que consistiría en superar los otros dos desafíos y mantener el equilibrio mental y físico
14 ene 2010
… dicen en China que cuatro son los compañeros indispensables en el viaje de la vida: tinta y papel, tintero y pincel. . . Esta actitud muestra que nunca son vistos como meras herramientas pasivas, sino que tienen un sorprendente carácter y una ética propios. Con estos medios se intenta expresar el orden oculto de las cosas, descubrir su sustancia como símbolo general y atrapar el ritmo dentro de la naturaleza.”
Manantial
No hay rendición
me cubro de vida
(por vivir)
en la mesa comprendí
papá contaba de cicatrices
(sin lágrimas)
nunca dejamos de mirarnos
-y lo sabe-
mamá (eterna) en sonrisa
amplia desde su nombre
acunaba cansancios
(aún lo hace)
vení -dicen siempre-
estamos en tu sangre
allí no hay desgarros
(lo sé)
comulgo con el amor
y el universo
entre sus manos
soy
fuente
raza
mujer
árbol de estirpe sana.
No hay rendición
me veo
como nunca antes.
® Cecilia Ortiz
Ceremonias en fuga
me cubro de vida
(por vivir)
en la mesa comprendí
papá contaba de cicatrices
(sin lágrimas)
nunca dejamos de mirarnos
-y lo sabe-
mamá (eterna) en sonrisa
amplia desde su nombre
acunaba cansancios
(aún lo hace)
vení -dicen siempre-
estamos en tu sangre
allí no hay desgarros
(lo sé)
comulgo con el amor
y el universo
entre sus manos
soy
fuente
raza
mujer
árbol de estirpe sana.
No hay rendición
me veo
como nunca antes.
® Cecilia Ortiz
Ceremonias en fuga
Viaje por el blanco
La tela mide1.50 por 1.50. Tensada con precisión tiene la textura ideal para que los trazos transcurran con lucidez, con expresividad. Blanca, muy blanca. La miro con temor. Ese claro vacío me da vértigo y parece que me arrastrara hacia alguna zona inestable de mi cerebro.
Venciendo el miedo, la necesidad o la obsesión me empujan hacia esa cosa indefinible que es tratar de asir el espacio infinito y meterlo dentro de este otro, el de mi tela. Y la pinto de blanco. Blanco sobre blanco. Blanco, blanco. Hay una enorme cantidad de blancos, no los cuento pero los distingo. Van Gogh veía cuarenta negros diferentes.
Las texturas hablan en la forma. Pequeñas, grandes.
Finas como caminos surgen algunas líneas negras... lacres... naranjas trasnochados... Van produciendo tensiones hacia el centro de ese mundo donde, de manera abstracta sé que puedo transitar incorpórea entre las formas solitarias y silenciosas, aunque concretas para mi ojo.
Una imprevista curva me hace caer muy rápido hasta el borde inferior donde una serie de paralelas cortas y anchas a modo de celdas me atrapan un instante. Las recorro con dificultad y poco a poco me elevo, hacia la luz de algún sol ficticio e invisible pero poderoso. Flotando subo y penetro aquella dimensión permitida sólo a los iluminados y a los locos. Allí, aparece una pequeña mancha roja, como sangre coagulada, que late acompasadamente. La vibración me conduce hasta mi propio corazón y recuerdo entonces aquel pasado único y plural. Lo rememoro con el sonido uniforme de la sangre en mis oídos y escucho la música de las estrellas en ese ir y venir. Entonces la cabeza estalla en cientos de soles irradiantes.
¿Qué magia convoca la materia pastosa que corre por mis dedos y mis espátulas? Por mis pinceles?
La mano, ¿trabaja porque conoce el oficio o es guiada desde alguna dimensión extraña a mi mente? Y así, voy siguiendo este viaje del afuera y el adentro simultáneos.
El tiempo se desplaza en su propia dimensión. Entro y salgo de él. Pasajera en un mundo que dibujo con mi mano. Y cuando el recorrido se completa, desciendo exhausta en la parada más próxima y también la más lejana.
© Carolina Menapace
® La que habita la casa
Venciendo el miedo, la necesidad o la obsesión me empujan hacia esa cosa indefinible que es tratar de asir el espacio infinito y meterlo dentro de este otro, el de mi tela. Y la pinto de blanco. Blanco sobre blanco. Blanco, blanco. Hay una enorme cantidad de blancos, no los cuento pero los distingo. Van Gogh veía cuarenta negros diferentes.
Las texturas hablan en la forma. Pequeñas, grandes.
Finas como caminos surgen algunas líneas negras... lacres... naranjas trasnochados... Van produciendo tensiones hacia el centro de ese mundo donde, de manera abstracta sé que puedo transitar incorpórea entre las formas solitarias y silenciosas, aunque concretas para mi ojo.
Una imprevista curva me hace caer muy rápido hasta el borde inferior donde una serie de paralelas cortas y anchas a modo de celdas me atrapan un instante. Las recorro con dificultad y poco a poco me elevo, hacia la luz de algún sol ficticio e invisible pero poderoso. Flotando subo y penetro aquella dimensión permitida sólo a los iluminados y a los locos. Allí, aparece una pequeña mancha roja, como sangre coagulada, que late acompasadamente. La vibración me conduce hasta mi propio corazón y recuerdo entonces aquel pasado único y plural. Lo rememoro con el sonido uniforme de la sangre en mis oídos y escucho la música de las estrellas en ese ir y venir. Entonces la cabeza estalla en cientos de soles irradiantes.
¿Qué magia convoca la materia pastosa que corre por mis dedos y mis espátulas? Por mis pinceles?
La mano, ¿trabaja porque conoce el oficio o es guiada desde alguna dimensión extraña a mi mente? Y así, voy siguiendo este viaje del afuera y el adentro simultáneos.
El tiempo se desplaza en su propia dimensión. Entro y salgo de él. Pasajera en un mundo que dibujo con mi mano. Y cuando el recorrido se completa, desciendo exhausta en la parada más próxima y también la más lejana.
© Carolina Menapace
® La que habita la casa
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