Presentación


La que habita La Casa. La que conoce el gong de la séptima puerta. La que ha prometido no traficar con las leyes de la sabiduría. La que se ha incorporado al espíritu de las cosas. La que vislumbra el desenlace del ser en el paisaje. La que purifica con el fuego que desciende de la más secreta arquitectura. La que tiene dominio sobre los elementos, las formas, la luz. La que nos participa de un trabajo interior.
Cuánta soledad, cuánto misterio irrumpen en la ofrenda.
Vicente Zito Lema


(texto escrito por el poeta Vicente Zito Lema para el catálogo de mi primera muestra)

2 mar 2010

Nuestro trabajo, el de los ilustradores y el de los amantes de la pintura que lo observan, es recordar el maravilloso paisaje que Dios vio y nos donó.
Los más grandes maestros de cada generación de ilustradores trabajaban entregando sus vidas hasta quedarse ciegos par alcanzar, con gran esfuerzo e inspiración, aquel magnífico sueño que Dios nos había ordenado ver, para intentar pintarlo. Lo que hacían se parecía a la humanidad buscando acordarse de sus recuerdos de la edad de oro. Pero, por desgracia, incluso los más grandes maestros, como ancianos cansados y grandes ilustradores que quedaban ciegos de tanto trabajar, sólo podían recordar parcialmente y de forma poco clara aquella maravillosa pintura.
Esa era la razón por la que, aunque nunca hubieran visto las obras de los otros, y además hubiera entre ellos cientos de años de diferencia, a veces, como si fuera un milagro, los antiguos maestros pintaban exactamente igual un árbol, un pájaro, un príncipe en los baños o una joven melancólica asomada a una ventana.

© Orhan Pamuk (Me llamo rojo)

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